Maquinilla en mano, apura los últimos cortes para el degradado. En el momento en que acaba, deja la herramienta en su mesa —siempre bien colocada— y coge peine y tijeras. Repite este proceso todas las veces que haga falta, el acabado debe ser perfecto. Antes de acabar, incrusta el reposacabezas en la silla y la reclina. Agarra la navaja y empieza a sonar el leve silbido que genera la cuchilla cuando entra en contacto con el vello. Limpia todo con el secador, espolvorea un talco blanco con la brocha sobre el cuello y se embarra de cera finalmente su trabajo, su obra.
Creció en el Polígono de San Benito, distrito donde empezó a hacer sus primeros cortes. «Todo esto empezó por un hobby. Jamás salía contento de las peluquerías a las que iba. Siempre y en toda circunstancia me sentía insatisfecho. El único interés que tenían ellos era pelarte y despacharte rápido». Frustrado por el hecho de que nunca mimaban su pelo, Borja, con tan solo 14 años, se compró su primera maquinilla y comenzó a pelarse mismo. Fue entonces cuando los niños del vecindario le preguntaron a qué peluquería iba. Cuando Borja destapó su secreto, los jóvenes hicieron cola en su casa para que este les cortara el pelo.
Cuenta que, con 17, consiguió su primer trabajo en una cerrajería de la urbe. Por las mañanas trabajaba, «echaba mi peoná», y por las tarde hacía de peluquero. Pero al año, en 2006, le dejan parado. Al poco tiempo encontró otro, mas la lista de clientes de su peluquería móvil fue creciendo. «Debía procurarme la vida y donde me llamaban, iba». Hombres de Chipiona, Puerto Real, San José del Valle, Arcos, o aun marinos de la base de Rota, requerían de su maestría para cuidar a sus cabelleras. «Uno de los marinos me dijo que era rarísimo que un blanco supiera cortarle el pelo, incluso se creían que yo era latino. Ahí fue cuando me di cuenta de que yo hacía algo bueno». Aun de esta manera, entre tango halago, Borja siguió pensando que profesionalizar su hobby no estaba a su alcance.

Retornó a Jerez con más fuerza y resuelto a dar el paso en su carrera profesional como barbero. Y por año siguiente, en 2013, unos amigos suyos montan un estudio de tatuaje y le arrendan un espacio en el local, en Tatoo & Barber South Side once mil cuatrocientos ocho. «Yo ni me lo creía», incide con los ojos bien abiertos. Hace 4 años no existía nada igual, «no había nada similar en Jerez». Y si ya antes él era el que se desplazaba por toda la provincia, ahora eran los que asistían a él.
Estuvo trabajando allá durante 3 años hasta que decidió volar solo y en marzo de dos mil dieciseis abrió The Barber Shop Bcutzz en un rincón de la Avenida de Arcos. Aunque el local no está a la vista y tampoco tiene rótulo, su clientela no se pierde. «La localización da igual, la gente sabe hallarlo, y además de esto siempre y en todo momento tienes que coger cita anticipadamente de una semana», destaca Alfredo mientras que se deja mimar por los cuidados capilares de Borja.
«Él es el mejor barbero que hay aquí con diferencia», asegura Alfredo, palabras que reafirman otros dos clientes del servicio que aguardan en el sofá de la barbería. «Lo conozco desde hace dos años y desde entonces vengo una vez por mes», agrega. Alfredo comenta que estuvo buscando por la ciudad a algún barbero que supiese recortar y no trasquilar una compacta barba, mas que solamente sabían hacer era afeitarle y solamente. Un día vio un peinado moderno tipo americano a un amigo y le preguntó quién le había pelado. Desde ese momento, Alfredo y Borja son más que usuario y barbero, son amigos.
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